viernes, 20 de mayo de 2011

Un café y un sobre en blanco. Capítulo 10. Hoy no voy a ir a jugar.


Sábado. Sábado espléndido para unos, y no tanto para otros. Sol y nubes. Viento.
                -¡Buuuuuuuuuuuuuenos días, pequeño!
                -¡Uuuuu! Qué feliz estás tú hoy, ¿no? –insinúa Victor arqueando las cejas.
Caye le da un codazo y sonríe.
Coge su taza morada con sus iniciales y se prepara un café. Su hermano hace lo mismo con su taza, y juntos, se sientan y se untan dos galletas maría con mantequilla.
                -Bueno, ¿quién es el afortunado al que tengo que partirle la cara si llegas un día llorando?
Caye le mira con los ojos muy abiertos. Moja su galleta y muerde. Parece medir cada miga, parece regular las veces que mastica. Cuando traga da un sorbo a su café.
                -Ish, no digas eso –responde Caye, intentando parecer enfadada -. Alo. Alonso –dice finalmente, sonriente como hacía tiempo que no se la veía.
                -Hmmmm… tiene nombre de… los nuestros –dice imitando las comillas con los dedos.
                -Ajá –dice ella, quién entiende perfectamente lo que le está diciendo su hermano –. Lo es –añade convencida.
Y así desayunan, los dos. Hablando y riendo. Compartiendo lo que piensan, lo que hicieron ayer y lo que piensan hacer en esta mañana de espléndido sábado que no para todos ha empezado igual.

                -Jodido despertador…  -maldice Jaco dándose la vuelta entre las sábanas.
Cierra los ojos e intenta dormir algo. Ha estado toda la noche pensando en qué puede hacer para olvidarse de ella. ¿Olvidarse? ¿Le gusta? ¿La quiere? No… No cree.
O más bien puede decirse que ha estado toda la noche pensando en si quedarían hoy, en qué podrían hacer o dónde podría llevarla. ¿Por qué tiene tantas repentinas ganas de estar con ella?
¡Mierda! ¡Hoy tiene partido!
Bueno… tenía, porque hace quince minutos que tendría que estar entrenando.
                -Jacobo, cariño… Vas a llegar tarde –dice Leticia.
                -Ya lo sé mamá... –responde él, girándose hacia su madre.
                -¡Oh! –grita ella asombrada – Jaco, ¿qué te ha pasado en la cara? ¿Te han pegado, hijo?
                -Anda, ¿qué dices mamá?
Se levanta y se mira al espejo.
Está realmente horrible: tiene ojeras y los ojos completamente rojos. Tiene los labios agrietados y está completamente pálido. La verdad es que no se siente muy bien.  No va a ir a jugar.
                -Llama a Charli, no voy a ir –lo último que añade, mientras se mete de nuevo en la cama.
Leticia se acerca preocupada a su hijo y le da un beso en la frente.
                -Claro, cariño.
Y sale de la habitación sin añadir nada más.

¡Tiene un mensaje!
“Holaa! Lo pasé muy bien ayer, graaciass :)
PD: ¿Sabes una cosa? … Te quiero mucho LL”
Vaya... Qué mona es.
Sonríe y acaricia las letras en la pantalla del móvil con tal delicadeza que se sorprende cuando se da cuenta. Cierra los ojos y ve los de ella, ahí, brillantes y abiertos, como mirándole.
¿La llama? Son las diez y media, esperará un poco más.
                -Buenos días -canta Rocío entrando en la habitación, le da un beso a su hermano y se tira a su cama -. ¿Qué tal ayer? -insinúa.
                -Muy bien. La verdad que muy, muy bien... -dice socarrón.

“Lo siento. Ayer no te llamé, pero no me acordé, sinceramente. Y bueno, no sé si hoy saldré o algo, pero yo si eso te llamo, va? (:
PD: Qué tal tu viernes? “
Que ¿qué tal?
Oh... ¡Perfecto! Has pasado de mi, pero estoy genial...
Dios. A ver si esta tarde le llama.


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