Principios de Enero. Finales de la semana en un colegio alejado de la ciudad. La hora de volver a casa.
Habitación verde. Él. Y en el aire ella.
¿Dónde estará? ¿Con quién? ¿Cómo se llamará? Y sobre todo… ¿por qué no puede olvidarla?
-Ey, ¿vienes?
-Sí…
-¿En qué pensabas?
-Nada en concreto… ¿por?
-Estabas súper empanado.
-Ya bueno… me he distraído un poco… eso… eso es todo.
-No, no tranquilo. No te voy a juzgar. No te preocupes.
Él le sonríe. Sabe que ella no va con segundas, ni tiene malas intenciones. Ella no es como muchas de las que dicen ser sus amigas.
-Decía que si te vienes…
-Emmm, no, no, lo siento. He quedado con mi padre en un sitio y tengo que coger el autobús…
-Pf, qué asco… autobús público.
Y empiezan a reírse.
-Ya… bueno. Mañana nos vemos.
-Sí, mañana en la puerta. No entro sin ti.
Y sonríen los dos. Él le da un beso en la mejilla que ella, con gusto, acepta.
Y sin esperar más, ella se marcha y él se dirige a la parada del bus más cercana.
Yoy know I know how,
to make ‘em stop and stare as I zone out.
The Club can’t even handle me right now.
Watching you watching me we go all out.
to make ‘em stop and stare as I zone out.
The Club can’t even handle me right now.
Watching you watching me we go all out.
iPhone sonando.
-¿Si?
-Hijo, ¿vienes? –suena al otro lado de la línea.
-Sí, papá. Voy a coger el autobús ya, de hecho te cuelgo que ya está aquí. Hasta ahora.
-…
Y sin dar tiempo a contestar, cuelga el teléfono.
-Buenas.
-Hola.
Una moneda de un euro cae al suelo. El chico se agacha y paga el viaje. Y en cuanto el conductor le entrega el ticket, él camina hacia la parte trasera del autobús, pero no hay asientos libres. Pues de pie, piensa.
¿Cómo se llamará? ¿Se acordará de aquel encuentro? ¿Qué estará haciendo? ¿Tendrá novio? ¿Dónde estará…?
Pero todos sus pensamientos se interrumpen y encuentran respuesta en el choque de una carpeta llena de papeles contra el suelo. Él se agacha para ayudar a su dueño a recoger todo. Dueña. Ella.
No reacciona. Se queda agachado y ella le dice:
-¿Estás bien? Gracias por ayudarme.
-Sí. Sí… emm, denada –consigue decir cuando reacciona.
Ella sonríe. Él se levanta, la mira escrutando cada gesto, ¿es ella?
-Mmmm… Cayetana –dice mientras le tiende la mano.
-Alonso –dice él. Y en vez de estrechársela, le planta dos besos en las mejillas.
-¿Te conozco?
-Sí. Mmm no. Bueno… -dice. Y ambos echan a reír.
-Me suenas un montón, pero últimamente ando tan ausente que lo mismo veo a mi mejor amigo y me creo que alguien me está siguiendo…
-No te preocupes. Emm… -comienza –bueno, es que hace tres viernes… en el Starbucks… estabas guapísima.
-¡Ya me acuerdo! Qué vergüenza pasé… me quedé embobada mirándote y cuando me di cuenta de que me estabas sonriendo dije mierda, se pensará que soy una retrasadita o algo así…
-Pues se equivoca usted, señorita. Me pareciste súper dulce, y eso que no cruzamos una sola palabra –concluye él sonriendo.
-¿Y te acuerdas aún de mi?
-Mmmm… vas a pensar que no tengo vida pero… la verdad es que llevo desde entonces pensado en aquella chica.
Ella se carcajea.
-¡Venga ya…!
-Lo digo en serio…
No se lo puede creer. Cayetana acaba de ver en aquel chico algo nuevo. Un destello en esos ojos totalmente negros que no le pasa desapercibido. De lejos era guapo, de cerca es increíble.
Además… ¡menudas pestañas tiene!
-Bueno, antes de nada, toma mi móvil –y le apunta nueve dígitos en el ticket de autobús.
-Gracias –dice ella, mientras coge el trozo de papel y saca su móvil para guardarlo. Afortunadamente, Felipe se lo ha devuelto al final dela clase.
-Cualquier cosa. Un día aburrido, un día de mierda, un día genial. Un día libre… ya sabes –le dice mientras le guiña un ojo.
-Claro –añade, y sonríe.
-¿Cuál es tu parada?
-Mmmm… pues la siguiente, si no me lo dices… me doy la vuelta a todo Madrid sin pisparme.
Los dos ríen. Están felices. Una, por haber conocido a aquel chico que le pareció tan guapo el viernes pasado. El otro, por haber encontrado la respuesta de todo lo que había pensado durante aquellos días. Ha sido una verdadera suerte dar con ella así. Gracias al recado de su padre, ha dado con ella. Ha dado con Cayetana.
Justo en ese momento, una señora mayor, que se ha levantado para pulsar el botón rojo de “Parada solicitada”, suelta sin querer su bolso abierto, desparramándose todo por el suelo del vehículo.
Alonso es el primero que se agacha a ayudarla a recoger sus pertenencias. Cayetana, después de pulsar el botón que no ha llegado a pulsar la señora Mariana, se coloca la falda y se agacha también a ayudar. Pero si carpeta de vuelva de nuevo y sus papeles de deberes, notas, redacciones y entradas de su blog se mezclan con la barra de labios, los pañuelos y la chatarra de su vecina.
-¡Joder! –maldice ella.
Alonso se ríe de la situación. El autobús se detiene, y Cayetana, sin despedirse de él, y recogiendo todos sus folios lo más rápido que puede, se baja del autobús y sale corriendo hacia su puerta. Por fin a salvo de no hacer más el ridículo.
A unos cien metros, él se gira hacia la ventana. Menuda pedazo de casa que tiene su recién conocida amiga. Es una chica realmente increíble. Y alza su mano esperando que vea que le dice adiós.
Mira hacia abajo cuando el autobús se vuelve a poner en marcha y ve que, debajo de un asiento, un sobre sin identificación alguna, se ha quedado enganchado.
Nadie le mira. Ese sobre ahora contacta con la piel de sus manos. A ver qué hace ahora.