Principios de Enero. Finales de la semana. Noche compartida en una casa en la capital
Habitación amarilla. Él. Él y ese sobre.
Habitación amarilla. Él. Él y ese sobre.
Está sentado en su cama desde hace una hora. Ha cogido un RedBull y ha puesto el sobre a medio metro de su posición en el colchón. ¿Lo abre?
Se acabó. Rasga con sumo cuidado el sobre, como si se tratase de humo, como si, solo por el contacto de sus dedos se fuera a deshacer su contenido.
Una carta.
-Hola Marc… -dice en alto.
¿Sigue?
Vamos allá…
“Hola, Marc. Sólo quería decirte que… aunque me duela aceptarlo después de tres semanas, te echo de menos. Más que nunca.
[…]“.
-Guau –consigue decir cuando acaba.
Y a la vez piensa: ¿cómo puede sentir algo tan profundo alguien por una persona que está en la otra punta del país?
¿Es ella la dueña de esa carta? ¿Es ella la que ha escrito semejantes sentimientos? ¿Es ella la persona que es capaz de describir lo que siente de veinte formas distintas sin repetirse ni una vez en esa carta tan… alucinante?
Guau doble. Triple, ya sabe cómo se llama y dónde vive.
En fin… será mejor que se acueste, mañana por fin es viernes ya. ¿Y si…?
No. Será mejor que se quite esa idea de la cabeza.
Apaga la luz y se tumba boca arriba.
Las once. Las doce. La una.
-Hola… -susurra alguien desde la puerta que acaba de abrir -¿estás despierto todavía?
-Sí… no puedo dormir.
-Normal, te has bebido la basura esa antes de acostarte y todavía pretendes caer en un sueño profundo nada más te tumbes –dice señalando la lata de la mesilla de noche.
-Pues claro… -dice, mientras ambos ríen.
Pero el ya no sonríe. Se queda embobado mirando a la nada.
-Chicas… -dice ella.
-¿Qué?
-Venga, Alonso… que yo te cuento todo, ¿qué ocurre? ¿Con quién estás saliendo ahora que te quita hasta el sueño?
-Bueno… te lo contaré –respira hondo y prosigue -. Hace unas tres semanas una chica se me quedó mirando en el Starbucks donde voy con Mario y estos. Y era súper guapa, altísima y simpática…
-¿Cómo sabes que es simpática? –interrumpe ella.
-Si me dejas acabar…
Y Rocío hace como que se cierra los labios con cremallera y tira una llave a la nada.
-Bien. Pues durante estas tres semanas, no sé por qué, no he podido dejar de pensar en ella y en si volvería a verla algún día, de hecho todos los viernes hasta hoy he ido al Starbucks con más ganas que nunca por si ella volvía. Y hoy, gracias a que papá me había dicho que fuera a su despacho en el autobús más rápido que pudiera, he coincidido con ella.
Su hermana abre la boca y se pone a aplaudir.
-Qué final más bonito.
-No he acabado, Rocío…
-Ah, bueno, bueno, entonces ssh.
-Pero… si eres tú la que ha hablado a destiempo –dice, pero se da cuenta de que su hermana está pasando de él -. Bueno, pues se le ha caído la carpeta con un montón de folios y de cosas escritas a mano, que por cierto, tiene una letra preciosa. Y creo que esto es suyo –dice, mientras saca el sobre de debajo de su almohada -. Estaba enganchado en la pata de un asiento. Es una carta alucinante.
-¿Has leído una cosa que no es tuya? –dice Rocío simulando indignación –Déjame leerla –dice con los ojos brillantes.
-No.
-Por fi, por fi, por fi… -ruego ella.
-Bueno. Vale. Pero sólo para que veas que no exagero cuando digo que si esta chica se lo propusiera, sería más famosa que el mismísimo Shakespeare… Ella y sus delirios sentimentales.
-Bueno, bueno. A ver si es tan buena como dices.
Y comienza a leer la carta, devorándola con la mirada, deseando que aquellas palabras no acaben nunca. Ojalá alguien le escribiera algo así a ella. Ojalá ella fuera capaz de escribir aquello.
-Bueno, me voy. Ojalá consigas que esa chica…
-Cayetana.
-Ojalá que Cayetana, por muy bonita que sea la carta a ese tal Marc, se dé cuenta de que aquí en Madrid tiene a chicos tan buenos o más… -dice levantándose de la cama de su hermano –Bueno, ojalá que se dé cuenta de que tú eres igual o mejor que ese chico, que al parecer le ha hecho mucho daño…
-Rocío… No sabemos si esa carta es suya.
-Bueno, igualmente, esa carta es increíble. Y esa chica tiene que ser tuya. Si hace falta yo te voy a ayudar, hermanito. Buenas noches.
Y abandona la habitación dándole un beso en la frente, y dejando rastro de su nueva colonia de Ralph Lauren por todo el cuarto.
-Buenas noches –dice él, tumbándose y cerrando los ojos.
Curiosamente, tan rápido como Rocío se mete en su cama, aunque no sea para dormir, Alonso cae en el sueño que no ha conseguido hasta descargarse de algunos de sus pensamientos.
Gracias, Rocío.

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