Caye se encontraba mirando distraídamente por la ventana. Hacía rato que había desistido en aprenderse siquiera una página de aquel tema sobre Física y química. Por lo que ahora el libro yacía en la cama, abierto por una página cualquiera.
Su mirada, se dirigió al firmamento que ya comenzaba a oscurecerse, indicando las pocas horas de sol que restaban para que el astro se ocultara.
-¿Por qué? Simplemente, ¿por qué, Marc?- posó la mirada en aquella fotografía. En la que un muchacho joven, sonreía a cámara. Alzó su dedo índice y se sorprendió así misma repasando con él su silueta con infinito cariño. Como si temiera que el papel se rasgara o se desvaneciera de pronto.
Aquella pregunta llevaba días formándose en su mente, dando vueltas como en una noria, a una velocidad vertiginosa.
Marc, aquel chico por el que ella había apostado todo. En que ella había confiado ciegamente. Con él que había compartido tantos momentos y tantas noches en vela frente a la pantalla de su ordenador, había desaparecido de su vida tan rápido cómo había venido. Sin un motivo aparente ni dar ninguna explicación.
Una lágrima recorrió su rostro y siguió su curso, sin que nadie lo impidiera. Hasta acabar sobre su falda de un uniforme que ella catalogaba de infinitamente incómodo. Sólo entonces pareció percatarse de que estaba llorando. Como hacía tiempo que no lo hacía.
La vibración de su Blackberry y la luz parpadeante, la indicó que la estaban llamando. Con un suspiro sin ni siquiera fijarse en el nombre de la persona que requería su atención se lo colocó en el oído y tras decir un ¿Diga? en un hilo de voz, escuchó al siempre optimista de Lalo, su mejor amigo.
-¿Recuerdas el reloj que querías? Bien, cómo te hacía tanta ilusión y sólo quedaba uno, he pensado que podíamos comprarlo y dar una vuelta por ahí. ¿Si? Bueno, prepara la ropa que te quieras poner que en cuanto comamos mañana nos vamos. Un beso- dijo como saludo el muchacho.
-Gonza...- comenzó ella, pero lo único que escuchó como respuesta fue el bip que daba la conversación por finalizada
-Gonza...- comenzó ella, pero lo único que escuchó como respuesta fue el bip que daba la conversación por finalizada

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